Elvio Saravia

Relatos de un nómada compulsivo

Cuando el deseo tiene un límite

Desde que vivo en esta isla y supe de la existencia de la Mallorca 312, soñé en realizarla y recorrer esos míticos 312km, resulta que este año, luego de varios intentos por inscribirme, por intermedio de un amigo conseguí un dorsal para ser parte de esta leyenda.

Así fue como hace exactamente un mes atrás supe que podría participar, con más ganas que tiempo de preparación me encaminé, con las herramientas que contaba, a sumar kilómetros sobre la bicicleta.

Pero claro, es ciclismo, es lógico y no hay atajos, menos cuando tienes que enfrentar desniveles positivos por arriba de los 3000m+ con 100kg a cuestas… Y como dice por ahí un amigo escritor: “Nadie es tan fuerte como para renunciar a la esperanza”

Y si bien existen líneas de cortes que te dejan fuera de la carrera, no hay líneas que puedan cortar tus ganas por intentarlo al menos.

Con la compañía amorosa y optimista hasta el infinito de Vero me encaminé a las 5.45am de la madrugada desde la puerta de nuestro hotel hacia la línea de largada, donde más de 8000 almas formaban una alfombra humana/ciclista de 1500m.

Allí desde el fondo y bajo una llovizna helada esperamos el amanecer, nos enteramos de que los primeros habían largado cuando pudimos movernos caminando, luego de un rato pudimos subir a la bici y unos 30 minutos más tarde nos pusimos realmente a pedalear.

Primeros kilómetros ansiosos, a fondo, vértigo, adrenalina, freno en una rotonda a dar un beso a Vero, sigo, acelero, estoy nervioso, pronto me encuentro formando filas con otros corredores, hay ciclistas por donde se mire, son miles.

La ruta de pronto deja de ser llana y se empina hacia arriba, subo a una velocidad absurda, estoy fuera de mi punto y sé que esto no va a durar mucho tiempo, trato de enfocarme. Siento la tensión en las piernas y en eso veo un hombre amputado y con una sola pierna va subiendo la cuesta, me emociono, se me anuda la garganta y me transmite una cuota de motivación ver semejante ejemplo.

Sigo, para arriba y para abajo, comienza un subibaja llamado Sierra Tramuntana, son 100km hasta la primera línea de corte, si no llegas allí en tiempo, quedas fuera de competencia, voy pensando en eso mientras miro el GPS, en los primeros avituallamientos ni siquiera me detengo. Llevo bastante comida encima.

Con un esfuerzo descomunal llego en tiempo correcto a completar esos primeros 100km, he gastado más de lo que debía, eso ya lo sé, lo siento en el cuerpo, son ya 4hs de competencia y lo peor está por venir. Llego a un avituallamiento donde literalmente la marea humana ha bloqueado la ruta, es el precio que pagar por los que vamos lento, me bajo de la bicicleta y voy buscando algo para comer.

Llegando a las 5hs cada subida cuesta más y el ritmo poco a poco va cayendo, al cumplirse 6hs de rodaje son cada vez más los que me pasan y me cuesta un horror poder seguir el ritmo de algún posible pelotón.

Pasando las 7.30hs de andar y andar recién parece que los puertos se han terminado y se inicia un rodaje más a mi medida, semiplano y con un leve viento en contra que poco a poco se hará más intenso.

En ese momento me voy sintiendo mejor, igualmente cansado, pero más cómodo en el pedaleo, puedo integrarme en algunos grupos y la recta final se hace más llevadera. Allá por el kilómetro 180 siento una bisagra interna que me indica que claramente no completaré los 312km y por otro lado el reloj me va dando baños de realidad que indican lo mismo.

Por esta vez serán 225km y a casa. La organización ofrece tres distancias: 167, 225 y 312km, la distancia completa es la que todos sueñan, pero la que pocos pueden, está claro desde el principio. En el medio hay dos puntos de corte y desvíos por si cambias de idea entre lo posible y lo soñado.

Pasadas las 9hs de recorrido, el cuerpo ya va sintiendo todo tipo de desgaste y la mente va pensando más en frío que en caliente, el cielo nublado y el viento que va en aumento conforman un mix no apto para débiles. En un punto me detengo y le aviso a Vero que la aventura ya va tomando dirección a la meta.

Pasan los kilómetros y termino haciendo dupla con David, un desconocido que se me hizo conocido en un llevarme y lo llevo, nos pasa un tren y logramos integrarnos, el tren se desarma, quedo solo con 3 corredores, de pronto somos solo 2 y llegando a meta me siento absolutamente solo a pesar de estar rodeado por miles de gargantas que nos felicitan.

Vero está feliz, me abraza con los brazos que solo el amor puede dar, por dentro no estoy conforme, sé que hice lo correcto, no lo deseado. Sé que tengo límites y aprendí a reconocerlos, pero aceptarlos tiene una cuota de renuncia que debemos pagar.

¿Qué precio tiene una gran ilusión? : Una gran desilusión.

El camino es largo, eso lo tengo claro. Solo puedo decir algo: -Mallorca 312, nos vemos el año que viene.