Luego de tres años he vuelto a correr un triatlón de distancia olímpica (1500m de natación, 40km de ciclismo y 10km de pedestrismo) ¿y que les puedo decir? ¿Una vez más lo mismo de siempre? –“Volví”.
Como bien me dijo alguna vez mi amigo Alejandro Médic, “lo nuestro es siempre volver, somos gordos intentando ser flacos de por vida”, me causó gracia además que debe leerse con tonada cordobesa, lo cuál lo convierte en una frase tan real que si no fuera graciosa, es para llorar.
Siento a veces que vivo encerrado en un bucle de un eterno regreso, de tanto en tanto me voy, quizás como mecanismo de defensa frente al riesgo de triunfar, me caigo, me hundo, me regodeo en los placeres del dolor y la falta de motivación que me condena al sedentarismo. Hasta sentir que estoy rozando el fondo de ese espacio oscuro al cuál yo mismo decido bajar, es entonces que decido subir, lo hago con todas mis fuerzas y una vez más lo logro. Salgo a flote para sorpresa de muchos, de propios y ajenos.
Cuando corrí el Triatlón Olímpico de Rosario, edición 2021, pensé que había vuelto para quedarme, pero me fui, me desvié, me perdí en medio de un cambio de dimensiones tales como migrar a otro continente junto a toda mi familia. Hoy hace aproximadamente un año que estoy en pleno volver a empezar, volver a intentarlo, que miedo me puede dar comenzar desde cero, si siempre estuve menos uno.
Hoy, fecha patria para todos los argentinos, 25 de mayo de 2024, he vuelto a competir, con los mismos nervios y temores del primer día, quizás ese sea uno de los secretos de seguir en este camino. Sentir la misma descarga de adrenalina frente a un desafío que conozco bien, pero que a la vez me resulta incierto.
El Agua
Lo primero en un triatlón es nadar, algo que no se me da muy bien, me cuesta, me estresa, tengo un cuerpo enorme y no me resulta sencillo desplazarlo en el agua, menos si está fría, menos si es en el mar, menos si es mi primera vez en aguas saladas.
Estoy nervioso, Verónica (mi esposa y pilar FUNDAMENTAL, me alienta y me sonríe) no logro responderle con sonrisas, me conoce y sabe por lo que estoy pasando, me desea suerte y toma distancia. Me quedo solo, rodeado de cientos de participantes, pero solo, pensando, agradeciendo y preguntándome por que hago lo que hago si en ese preciso instante no lo estoy pasando bien.
Larga la primera tanda, las pulsaciones pasan de 100 a 120, respiro, cierro los ojos, se me escapa una semisonrisa, cuál niño a punto de cometer una travesura, suena el altoparlante que nos invita al agua, tengo las piernas frenadas, no logro ni correr, camino unos pasos hasta que las cristalinas aguas del Mediterráneo me cubren las rodillas y es ahí que me lanzo y comienzo a nadar.
El fondo del mar se ve claramente, el agua es turquesa, siento el roce con otros corredores, no logro estabilizar mi respiración mientras siento como pequeños hilos de agua se filtran entre el traje de neoprene y mi piel. Veo peces, cosas abandonadas, todo poco a poco se vuelve más profundo, como mis pensamientos que se van alineando con lo que está sucediendo. Siento mi respiración un poco más ordenada, los brazos responden bien, agradezco todo lo que me rodea y avanzo.
Luego de recorrer los 1700m propuestos por la organización en 33 minutos y algo más salgo del agua, la gente grita, anima a quienes se animaron, escucho la voz de Vero, la reconozco, como se reconocen a las personas que amamos entre la multitud. Camino, aún no logro salir del mareo que nadar me provoca, entro al parque cerrado y veo que no estoy tan fuera de sintonía con el resto mientras busco mi bicicleta.
La bicicleta
En mi caso es ahora cuando comienzo a disfrutar de estas competencias, cuando me subo a la bicicleta, mi amiga preferida, ella con quien hemos charlado sobre millones de temas durante infinitas horas.
No me pregunten por qué, pero siento que el asiento está bajo, ya sé que me van a decir mil millones de cosas obvias, pero no, no hice, ni cumplí con ninguna de ellas. Pedaleo 2km y me freno frente a un control policial a pedir una llave allen… La mujer uniformada abre la baulera de su moto, y tiene UNA llave que es justamente la medida que necesito, ajusto el sillín y vamos que vamos.
Faltan 38km para completar el recorrido y doy por tierra todo tipo de recomendación de regular la etapa de ciclismo para poder correr cómodo, apreto los pedales con todo lo que tengo, voy pasando, pasando y pasando gente. Intento integrarme en pequeños grupos que ayuden a sostener el ritmo ya que se corre en modalidad drafting (ir en grupos aprovechando la rueda de otros) pero poco a poco los voy dejando atrás.
El promedio del primer parcial (primeros 10km) es bastante flojo, me da un resultado de 25.9km/h de promedio y pienso en los 3 inútiles minutos derrochados mientras acomodaba el asiento de mi bicicleta. Ajusto un poco más y voy a fondo, segundo parcial me brinda un número más alentador 32.7km/h.
Cuando retomamos para regresar me alcanza un faro que ilumina el futuro, un señor que a sobrepasado con seguridad las seis décadas pero que pedalea que da miedo, me pasa y me pego a su rueda, viaja a unos 40km/h. Me pongo a tirar y me sigue como si estuviera imantado, segundo parcial 33.9km/h, la cosa va bien y para mejor.
Seguimos juntos, alternando quien tira y quien sigue mientras luchamos contra un viento que se ha puesto bastante molesto, finalmente el último parcial me arroja un satisfactorio 35.6km/h de promedio. Brillante, mejor de lo esperado.
Llegamos de regreso al punto de partida, frente al puerto de Colonia Sant Jordi y se viene lo realmente difícil: correr.
Acariciando lo áspero
Mientras repaso la colección de errores cometidos, voy por el más grosero de todos, como la distancia no era mucha, “solamente” 10km decidí correr sin medias. Cosa que hice en algunos triatlones anteriores, les cuento para que no me insulten, y la verdad que nunca pasó nada. Pero claro, estás zapatillas son un poco duras, muy buenas para correr las Adidas Adizero Boston, pero duritas en su interior.
Los primeros kilómetros salieron bien, cómodos, debajo de los 5min por kilometro que es más o menos lo que había pensado. A partir de la mitad comenzó a ponerse incómodo el echo de correr sin medias, una llaga en el talón, otras en el empeine, otras en el arco de mis pies planos.
Resumiendo, un pequeño calvario, con el sol apretando más y más, eran 4 vueltas de 2.5km, la última directamente fue en modo robot. Bloqueando la mente para que deje de enviar señales de dolor a mis pies sudados y lastimados.
Fin, recta final hacia la meta, niños que extienden su mano, gente gritando, la emoción desbordando mis ojos, en los últimos cien metros el dolor desaparece y es entonces que una persona te cuelga una medalla, un objeto simbólico que quizás quede en el olvido, por que lo imborrable ya está impreso en el alma.
Gracias Vero
Gracias Familia
Gracias Santi (mi entrenador)